¿Nos quedaremos los humanos sin trabajo?
Un informe elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), titulado “Automation, skillsuse and training”, señala que, a medida que los avances tecnológicos adelgazan la línea entre las tareas que son realizadas por humanos y las que pueden ser llevadas a cabo por máquinas y algoritmos, los mercados laborales irán experimentando transformaciones importantes.
Si bien el estudio destaca que el impacto de la automatización en el mundo laboral varía según el país (mientras que el 33% de todos los puestos de trabajo en Eslovaquia son altamente automatizables, en Noruega el porcentaje apenas alcanza el 6%), en Chile la cifra no es nada alentadora: se estima que el 55% de los puestos de trabajo podrían ser automatizados.
¿A qué se debe esto?
Según el informe, hasta ahora relativamente pocas organizaciones han formulado estrategias integrales enfocadas en preparar a su fuerza de trabajo para la Cuarta Revolución Industrial.
Es por ello desde el organismo consideran imprescindible evaluar, de forma anticipada, cuáles son las habilidades que requerirán sus trabajadores en el futuro cercano, con el fin de modificar los patrones de reclutamiento y las necesidades de capacitación.
En la misma línea, destaca la importancia de generar alianzas entre gobierno, academia, centros educativos, trabajadores y empleadores, a fin de gestionar mejor el impacto transformador de la Cuarta Revolución Industrial.
¿Hacia dónde avanzar como país?
Nunca había habido tanta incertidumbre cómo ahora respecto a los cambios en el mundo laboral, porque inclusive con los avances en el campo de la inteligencia artificial, los trabajos que requieren de alto nivel de profesionalización y especialización se están viendo amenazados.
Como país sin duda tenemos que avanzar en cubrir la brecha que hay entre el sistema educacional y las habilidades críticas que se requerirán a futuro. En esto es clave el fomentar el desarrollo de habilidades más blandas como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la agilidad y adaptabilidad a los cambios.
El desarrollo tecnológico avanza más rápido que el diseño de los planes de estudio, tanto de la educación básica y media, como los de la educación superior, por lo que debemos avanzar en el rediseño de estos y prepararnos para un mundo que exigirá el aprendizaje continuo durante toda la vida laboral.
En este nuevo escenario, serán mucho más valiosas las habilidades más creativas y la capacidad de “aprender a aprender” de forma autónoma, donde hay muchísima más información disponible de manera gratuita, a través de internet y donde es cada vez más difícil discernir qué conocimiento es de calidad y por ende más valioso.
Los trabajos del futuro van a estar en industrias que probablemente aún no existen y que usan nuevas tecnologías en el corto plazo, por lo mismo es fundamental la asociación entre la industria y las instituciones educacionales, para acelerar el proceso de adaptación e integración de los nuevos técnicos y profesionales que estamos formando.
Por otra parte, generalmente asociamos todos estos cambios tecnológicos a la digitalización y a las ciencias de la computación e informática, sin embargo, nuestro país posee una economía generosa en recursos naturales, donde disciplinas como la minería no metálica, biotecnología y tecnología en alimentos, por nombrar algunas, tienen un potencial enorme para el desarrollo de valor agregado y que podríamos aprovechar mucho más, pero para ello se requiere la alineación entre las políticas públicas, el sector privado y la academia.
Si logramos generar una cultura de colaboración, podremos competir en el mundo con cualquiera, esta también es una brecha mental que tenemos que cubrir. Necesitamos que las nuevas generaciones tengan un “Mindset Digital”, pero también colaborativo y emprendedor.
Entrevista para El Mercurio: http://impresa.elmercurio.com//Pages/NewsDetail.aspx?PaginaId=1&bodyid=17&SupplementId=20&dt=2018-sep-27